Sobre el Leninismo

Por Mario Castro
 
El leninismo es, a grandes rasgos, el desarrollo ulterior de la doctrina socialista científica en las condiciones del capitalismo en su etapa monopolista de estado. Dicho desarrollo fue tratado por los intelectuales y estatistas Vladimiro Illich Ulianov (Lenin) y su discípulo José Vissarionovich Dzugashvilli (Stalin).

La obra de Lenin (1870-1924), es sin ningún género de dudas, una de las más relevantes e influyentes en la vida política y del desarrollo social del siglo XX. Cuando hablamos de Lenin y su obra  estamos hablando de la primera revolución obrera triunfante de la historia, del primer intento por construir una sociedad postcapitalista, más justa y humana. ¿Cómo fue posible esto? Todos tenemos en mente multitud de ejemplos fracasados anteriores y posteriores, y la mayor parte de los que posteriormente triunfarían tienen la huella teórica y práctica del revolucionario ruso.

¿Cuáles van a ser los aportes teóricos de Lenin? ¿Qué va a añadir de nuevo a la práctica y a la teoría del marxismo que permitió el éxito por primera vez en la historia de una revolución obrera y popular? Para responder a estas preguntas debemos de partir del hecho fundamental de que la obra de Lenin es fruto de un contexto y unas determinadas circunstancias de lucha y de polémica. Lucha y polémica no especialmente contra los defensores del capitalismo y del sistema imperialista de fines del siglo XIX e inicios del XX, sino contra adversarios internos dentro del propio campo del marxismo y de la izquierda. En un primer momento contra el desviacionismo de derechas u oportunismo, práctica teórica y política propia de los partidos de la II Internacional; y en un segundo momento, ya más adentrados en la segunda década del siglo, con el izquierdismo, práctica y teoría política propia del aventurerismo revolucionario. Veamos las características de cada uno de ellos.


1. El oportunismo de derechas o revisionismo

Por oportunismo o revisionismo se puede entender una práctica política que tiene cierta tendencia a proliferar en las organizaciones de la izquierda política y social en momentos de calma del capitalismo. Momentos en los que este se encuentra sólido, y puede permitir un mínimo desarrollo y beneficio de sus clases obreras y populares. No olvidemos que los últimos años del siglo XIX, en pleno auge colonial, serían una de estas etapas. Entre sus principales características tendríamos:

-    Práctica de colaboración de clases. Veríamos como un sector del proletariado, principalmente los jefes sindicales y políticos, (la denominada como “aristocracia obrera”), serían los protagonistas de esto. En sus labores de dirección y organización “pactan” con los representantes burgueses, desviando al movimiento obrero hacia posiciones reformistas.
-    Reconocimiento sin reservas de la legalidad burguesa, sin analizar los intereses de clase y de los distintos grupos de presión que han jugado en su configuración, así como el papel en la misma de la correlación de fuerzas entre las distintas clases sociales.
-    Apuesta única y exclusiva por las reformas, renunciando a la consecución de la sociedad socialista. Esto, en estos años de los que hablamos, no se afirma de forma abierta, pero sí en la práctica diaria, cuando se mantiene que el socialismo llegaría como fruto de la práctica reformista, fijándose su construcción a las calendas griegas.
-    Parlamentarismo burgués a ultranza, renunciando a la creación de tejido social, jugándose todo única y exclusivamente a la vía electoral.
-    Desprecio a la teoría revolucionaria y seguidismo de la práctica espontánea de las masas. De esta forma se deja al movimiento obrero a la merced de la ideología y los pensadores burgueses, que gracias a su poder económico consiguen impregnar al conjunto social de su ideología legitimadora, al no elaborarse una visión alternativa que la contradiga.
-    Concepción del Estado y de las estructuras estatales como neutrales en el conflicto capital-trabajo. Es más, se contempla como al Estado como una entidad que procura el bienestar de toda la población, y no como unas estructuras de ordenamiento social al servicio de las clases dominantes. Este vaciamiento del contenido de clase del Estado por parte del reformismo, se acentúa aún más en regímenes democrático-burgueses. De esta forma, se anula toda crítica que se pueda hacer desde el movimiento obrero a su actuación.
-    Sacrificio de los objetivos estratégicos del movimiento obrero y socialista por los tácticos, desvirtuándolo en consecuencia. En la práctica son pactos que acaban beneficiando de una u otra manera a la “aristocracia obrera”.

Varias son las causas de este fenómeno, que de alguna manera también está muy presente en la vida política de la izquierda actual en los países del centro capitalista e imperialista:

-    Raíces económicas. Beneficios de las clases obreras centrales fruto de la explotación imperialista,  volviéndose por tanto más susceptibles al reformismo antes que a salidas revolucionarias.
-    Raíces sociales. Entrada en el seno del proletariado de capas pequeño burguesas, impregnándolo de su mentalidad, su entrada se explica por la ruina de estos sectores ante su incapacidad para poder competir con las grandes industrias y multinacionales. A ello también se une los intereses y las maniobras de la gran burguesía y la oligarquía por degenerar al socialismo (presiones políticas e ideológicas).
-    Raíces gnoseológicas. El marxismo-leninismo es una ideología altamente complicada para que pueda ser producido directamente por el movimiento obrero y sindical. Para ello es necesario la colaboración de determinadas capas intelectuales. Por tanto, no es fácil hacerlo llegar así como así a los trabajadores.


2. Izquierdismo o aventurerismo de izquierdas.

Esta corriente a su vez es una reacción a la anterior, como un negativo fotográfico con respecto a su fotografía. Si el anterior predomina en momentos de estabilidad del capitalismo, este por el contrario va a preponderar en momentos de agitación revolucionaria. Si el anterior reflejaba la influencia de la burguesía oligárquica en el seno del movimiento obrero, en contraste, éste refleja el influjo de la pequeña burguesía en el seno de las capas proletarias. El pequeño industrial o tendero quiere acelerar el proceso de advenimiento del socialismo, antes de que se arruine su empresa o negocio, tiende a una fraseología ultrarrevolucionaria, pero es incapaz de someterse a una disciplina de organización, tendiendo al individualismo y a la acción espontánea y desorganizada. Sus principales características serían:
  1. Desconfianza hacia cualquier tipo de organización. Es una reacción a la aparición de una “aristocracia obrera” en el seno de los partidos y sindicatos obreros. Es un fruto lógico. Pero tiene una serie de inconvenientes, pues sólo desde la organización obrera se puede luchar de forma organizada por los derechos laborales y sociales, estableciendo una táctica y una estrategia duradera y continuada, de lo contrario la acción de protesta es esporádica y sin continuidad . Además, sólo desde la organización se pueden construir las estructuras que puedan sustituir al estado burgués.
  2. En clara lógica con lo anterior, se tiende hacia la acción espontánea y desorganizada, en muchos casos con poca eficacia. Dejando en muchas ocasiones a las clases populares sin referencias ideológicas, y al albur de la ideología burguesa.
  3. Desconfianza hacia los dirigentes y apuesta por el método asambleario. Esto resulta de las constantes traiciones de la “aristocracia obrera” y de las cúpulas de los partidos y de los sindicatos a las bases, y a la dificultad en controlarlas. Es una conclusión lógica, pero un abuso del método asambleario y un exceso de desconfianza en los dirigentes pueden resultar muy poco operativos en la lucha social.
  4. Partir de esquemas teóricos que no encajan bien con la realidad, no rectificándolos, pensando que es la realidad la que debe de adaptarse a esos criterios, y no al revés.
  5.  Rechazo a cualquier tipo de pacto con representantes del reformismo y/o de la burguesía. Se confunde el pacto táctico con el estratégico. Este aspecto también puede traer una serie de rémoras y obstáculos al desenvolvimiento de la lucha ya no sólo por el socialismo, sino ni tan siquiera por mejoras sociales mínimas. Por esa regla, si un gobierno burgués de derechas está dispuesto a conceder mejoras sociales por la razón que fuese había que rechazarlas, por ejemplo. O un representante sindical no podría sentarse con los representantes de la empresa para conseguir mejoras en el convenio colectivo. 
  6. Sentenciar apriorísticamente de forma negativa  un proceso revolucionario o una lucha social acorde a una previsión “ortodoxa”. Todos recordaremos la visión negativa que al principio levantó entre muchas voces de izquierda el proceso bolivariano por ejemplo, pues era un movimiento encabezado por un militar como era Hugo Chávez, y en una primera etapa no se planteaba como una ruptura con el capitalismo, sino como una reacción nacionalista y democrática liberal frente al imperialismo. No se esperó a su evolución, o a lo que suponía este movimiento por tibio que pudiera parecer en el contexto venezolano de los años 90. 
  7.  Aceptación acrítica de cualquier corriente ideológica que aparentemente parezca antisistema o revolucionaria, sin realizar ningún tipo de análisis de clase del mismo, y distinguir de la parte más válida de posibles intoxicaciones burguesas. O postulados equivocados que pueden llevar a la derrota al movimiento obrero y popular; un ejemplo puede ser la creencia de que el nacionalismo tiene que ser algo forzosamente burgués, o el rechazo a apoyar los movimientos de protesta de elementos semiproletarios, o de pequeños o medianos empresarios contra los abusos que sufren por parte de los monopolios por ser propietarios de medios de producción.
  8. En algunos casos, rechazo a utilizar las instituciones políticas burguesas cuando hay posibilidades para ello. Rechazando un magnífico altavoz para concienciar a la población y contribuir a su organización.

3. El método de pensamiento de Lenin: la dialéctica materialista

Con estos dos adversarios ideológicos desarrollará Lenin su labor teórica. En gran medida y en la mayor parte de su vida principalmente contra el primero. Después de 1917, de forma ya más clara, con el segundo. Sin embargo, tanto en un caso como en otro, debemos de tener presente que en la respuesta que da a ambos, tenemos un mismo esquema de pensamiento y de análisis. El materialismo dialéctico. 

Esta forma de entender la realidad no era original suya. Es la propia de Marx y de Engels, siendo este último, quien presentaría una primera exposición del mismo en su libro el Anti-Dühring. Esta forma de entender la realidad sería de los primeros puntos que fueron atacados por el pensamiento oportunista, un claro ejemplo de esto sería Bernstein, o Bogdánov.

Lenin, restablecerá este análisis de la realidad en obras como Materialismo y empirocriticismo o en sus Cuadernos de Filosóficos. ¿En qué consiste el pensamiento dialéctico materialista? Puede resumirse de forma muy sucinta en los siguientes aspectos:

1º. Toda la realidad existente está  en constante movimiento. Nada permanece, todo cambia. Así, donde hace millones de años había océanos y mares, nos podemos encontrar inmensas cordilleras. Del mismo modo, donde durante milenios existió bellos vergeles y extensas selvas, en la actualidad existen inmensos desiertos de arena. De la misma forma, en países en los que han existido monarquías absolutas, a partir de un determinado momento se han instaurado regímenes liberales y parlamentarios. Como dijo Heráclito, lo único permanente es el cambio.

2º. La realidad es cambiante porque en su seno actúan fuerzas y procesos divergentes. La lucha de ambas fuerzas acaba cambiando la situación. La situación de partida se denomina Tesis, a su contraria Antítesis. Y a la nueva realidad la denomina Síntesis. En esa nueva realidad donde la antítesis resulta vencedora, sin embargo, no se anula totalmente la tesis, ya que se adaptan elementos de ella que aún pueden ser positivos. Con ejemplos esto se puede ver mejor. Situémonos en el siglo XVIII, en esa época dominaban la nobleza y los sectores privilegiados del Antiguo Régimen (tesis). Ahora bien, esa situación genera una enorme contradicción con la burguesía en ascenso, ya que se ve apartada del poder político y social (antitesis). La contradicción es irrenconciliable, y se soluciona con los procesos revolucionarios liberales que suprimen a las Monarquías Absolutas y a la Sociedad Estamental, instaurando a las Monarquías liberales y a la sociedad burguesa (sintesis). Ahora bien, con ese cambio social no se hace tabla rasa de forma absoluta con el pasado. Vemos como en muchos casos se mantiene la forma monárquica de gobierno y cómo se respeta la propiedad de la nobleza, sólo que en vez de ser la propia del feudalismo se convierte en propiedad burguesa tal cual. A este proceso se le conoce como síntesis dialéctica, y en el pensamiento hegeliano y marxista es extremadamente importante tenerlo en cuenta, pues como explica muy bien Engels en Dialéctica de la Naturaleza, si la antítesis está mal hecha se vuelve al mismo punto que con la Tesis, tanto él como Marx demostraron una acertada actuación de esto al dotar a la dialéctica hegeliana una base materialista, olvidando el pensamiento idealista de Hegel.

3º. La realidad social no se divide en compartimentos estancos, todo los aspectos sociales interactúan unas sobre otros (política, economía, mentalidades, etc.). Esto también es aplicable a la realidad natural, y a la relación que esta mantiene con la social y viceversa.

4º Los cambios se producen en un primer momento de una forma lenta e inapreciable. Sin embargo cuando esos cambios se han acumulado en un número apropiado, la transformación de la realidad se produce de forma brusca y acelerada. De esta forma, si vamos calentando un cazo de agua, vemos cómo de 0 a 99º empezará a hervir, sin embargo, el paso de líquido a vapor se dará en un plazo breve, el que media entre entre 99 y 100ºC. Del mismo modo, la Revolución Francesa abarca un periodo de diez años, sin embargo no se puede entender sin la crítica a lo largo de las décadas precedentes que la filosofía ilustrada hizo del Antiguo Régimen, y esta crítica a su vez no se puede desligar del ascenso que llevaba realizando la burguesía francesa durante todo el siglo y medio precedente. A esta característica de la lógica de Hegel es la que denomina como ley del cambio cuantitativo y salto cualitativo.

5º Es el mundo social el que genera a las ideas políticas, filosóficas, económicas, religiosas, etc., y no al revés. Por tanto, detrás de toda corriente ideológica debemos buscar el contexto social, y qué clase social se encuentra detrás. Desde este punto de vista, ¿es verdad que el Estado y las estructuras estatales son neutrales?


4. Concepción del Estado y crítica a la democracia burguesa.

A la pregunta anterior, el oportunismo revisionista contestaba claramente que sí. Los teóricos de la II Internacional defendían que el Estado era, (y es), una institución que no toma partido en la contradicción entre burguesía/proletariado (pueblo trabajador). Con esto, estaban indicando que el concepto marxista de lucha de clases también quedaba desfasado, aceptando la colaboración y la cooperación entre las distintas clases sociales.

De esta forma, el movimiento obrero, debía de ser fiel a su gobierno y a sus representantes políticos, y no oponerse a los mismos, pues eran garantes del buen orden social que de una u otra manera acabaría beneficiando más tarde o más temprano a las capas trabajadoras.

Este axioma del reformismo, cuando evidentemente más cierto se presentaba, era en sistemas democráticos-parlamentarios, pues se mantenía  que estos eran representativos claramente de los intereses del conjunto social.

Con este corpus teórico no sólo se justificó la política reformista, si no la adhesión de los partidos socialistas a la Gran Guerra. Esta actitud de colaboración con la burguesía tuvo aquí su corolario lógico.

Lenin, partiendo de los textos de Marx, y de la realidad política y social de finales del XIX, mantendrá todo lo contrario. Señalará cómo el Estado en absoluto es neutral en la lucha social que más o menos soterrada, más o menos abierta, mantiene la burguesía y el proletariado. Es claramente un instrumento de dominación de clase, siempre a favor a de la burguesía en detrimento del pueblo trabajador. Y el que un determinado régimen político fuese parlamentario y con sufragio universal no necesariamente cambiaba la situación. Se debía de tener en cuenta las leyes de restricción al voto femenino, o cómo sólo determinadas candidaturas podían optar a la consecución del poder. Candidaturas apoyadas por grandes fortunas que evidentemente cuando estos candidatos tocasen centros de decisión esperaban que no se opusiesen a sus deseos e intereses. Igualmente, el acceso a los medios de comunicación con los que impregnar a la sociedad de determinados valores y de determinados mensajes políticos era muy desigual, impidiendo a partidos y opciones contrarias a los intereses oligárquicos tener posibilidades de éxito.

Para Lenin, la ocultación de esta realidad era el mayor desprestigio que se le podría hacer al reformismo, máxime en un momento de graves contradicciones interimperialistas que estaban a punto de generar una carnicería de proporciones gigantescas, en las que las grandes derrotadas eran las capas trabajadoras, y las únicas que podían ganar algo serían las distintas burguesías imperialistas.


5. Teoría del imperialismo y la revolución en la periferia del capitalismo.

La visión clásica de Marx y Engels era que la revolución proletaria triunfante forzosamente tendría que ser en un país de Europa occidental, que era donde el desarrollo del capitalismo se encontraba más avanzado. Este argumento sería usado contra él por el reformismo menchevique ruso, especialmente durante 1917, para evitar la puesta en práctica de medidas revolucionarias y la llegada al poder de los bolcheviques. Lenin expondrá muy acertadamente que esa teoría sólo era válida en épocas anteriores a la fase imperialista del capitalismo.

Cuando llega esta fase, las contradicciones sociales que genera este modo de producción, se atenúan en el centro del sistema, pues las capas populares y proletarias se benefician del expolio imperialista, suavizando los impulsos revolucionarios. Pero por el contrario, estos eran exacerbados en los países dependientes y coloniales del capitalismo, pues sus condiciones sociales empeoraban, con todo lo que ello suponía. Por tanto, lo lógico era que Rusia, país con un fuerte atraso y controlado por el capital extranjero, conociera un proceso revolucionario antes que Alemania o Gran Bretaña. Con ello invalidaba las objeciones de sus oponentes.

Para Lenin, las características del imperialismo eran las siguientes:

-     1) Concentración de la producción y del capital en muy pocas manos, apareciendo los monopolios (Sociedades Anónimas, Holdings, etc.)
-    2) Fusión del capital bancario con el industrial, apareciendo una oligarquía financiera.
-    3) Exportación de capitales a las colonias y países dependientes.
-    4) Formación de asociaciones internaciones de capitalistas que se reparten la economía mundial.
-    5) Reparto del mundo entre las principales potencias capitalistas.

Para Lenin, el imperialismo, de alguna manera era la antesala de la revolución proletaria, porque incrementaba las contradicciones del capitalismo, y porque, de alguna manera, suponía ya una cierta socialización de los medios de producción, tal como se comprueba en el hecho de que las propietarios de las empresas monopolistas ya no son empresarios individuales, sino juntas de accionistas.


6. Reformismo o Revolución versus Reformismo y Revolución

En vida de Lenin, muchos de los dirigentes sindicales y socialistas que estaban inmersos en plena deriva reformista y oportunista, le achacaban que sólo se preocupase por quimeras revolucionarias, y no en la mejora de las condiciones de vida de los trabajadores. Lenin, y sus seguidores responderán ante estas acusaciones de la siguiente manera:

a) Ellos no renunciaban a la lucha por las reformas, las consideraban muy importante, porque de lo que se trataba era de mejorar las condiciones de vida de la población.

b) Sin embargo, estas no podían ser el objetivo último, porque las mejoras que pueden conseguirse hoy, serán sin ningún género de dudas quitadas mañana ( a través de una crisis económica, de una derrota sindical, etc.)

c) A esto se añadía además que las únicas luchas reformistas que se ganaban eran aquellas que eran dirigidas por personas con fuertes convicciones combativas y revolucionarias, no por tímidos reformistas.

d) Dentro del plan de la consecución de la sociedad socialista, la lucha por las reformas son importantísimas, porque van permitiendo la concienciación de los trabajadores y perfeccionando su organización. Esto entraría dentro de la ley dialéctica mencionada más arriba del cambio cuantitativo y salto cualitativo.


7. El Partido Comunista

Con lo que llevamos referido, se hace más que evidente que Lenin era partidario de la organización obrera. Mostrándose contrario al espontaneísmo. Las razones a esta oposición serían:

-    Sólo la organización crea conciencia social y de clase. Marcando los objetivos a corto, medio y largo plazo.

-    Sin organización, los trabajadores lo único que serían capaces de crear sería conciencia sindical. Como se ha mencionado más arriba, la conciencia socialista sólo le llega al proletariado a partir de la aportación de sectores intelectuales, tengamos en cuenta que las condiciones de vida de los trabajadores no permite el estudio y el análisis pormenorizado de la realidad social. El mejor vehículo para poder realizar esos estudios es a través de la organización, mostrando de forma pedagógica a la clase trabajadora la realidad de su existencia a la luz de las contradicciones del capitalismo, así las masas obreras es como adquieren conciencia socialista. Si no existiese esa organización, las capas sociales subalternas estarían a merced del aparato ideológico burgués.

-    La organización permite coordinar las distintas luchas, evitando su dispersión, y recopilando mucho mejor los distintos aprendizajes, evitando que caigan en el olvido.

-    Igualmente, la organización, permite planificar las diversas luchas de masas (huelga, manifestación, elecciones, etc.), actuaría como algo similar a un estado mayor de un ejército.

La organización que propone Lenin es el Partido Comunista, que estaría integrado por “intelectuales” revolucionarios, lo que en el lenguaje tradicional se denominaba como cuadros. Personas, formadas por el partido, que intentaran crear organismos de poder popular: secciones sindicales, asociaciones de vecinos, movimientos feministas, asambleas populares, etc. En ellas, intentan llevar la línea del partido, y a su vez, llevaban al partido los intereses de los distintos organismos de poder popular para que encontrasen su expresión en la línea de actuación del partido, intentando expresar los intereses del pueblo trabajador, y mostrando de manera pedagógica a las masas las razones de los hechos políticos y sociales, así como el por qué de su situación.  La creación de estos organismos es fundamental en la práctica comunista, pues ellos serán las que en una última instancia superen a los organismos del estado burgués, creando la democracia socialista, y la participación de la sociedad en la gestión de la economía y del estado. Es lo que Lenin definió como la dictadura del proletariado.

Estos cuadros, evidentemente, debían estar muy vinculados a las masas, dando ejemplo y siendo muy sensibles a sus expectativas y deseos. Vendrían a suponer la vanguardia del proletariado y del movimiento revolucionario. Evidentemente, con esta concepción, el partido en sí debía de ser una estructura cerrada, a diferencia de las organizaciones de masas que pivotaban en torno a él que estaban totalmente abiertas a la mayoría social. Por el contrario en el partido se buscaba la homogeneidad ideológica y de paso, si fuese necesario, el paso fácil a la clandestinidad.


8. El centralismo democrático.

El método propuesto por Lenin, para el funcionamiento del partido comunista, es el del centralismo democrático. Es un tema este interesante, y muy poco aclarado a lo largo del siglo XX. Además, en un primer momento puede parecer hasta contradictorio en sus propios términos. ¿Cómo algo que es democrático puede ser centralista?

Este concepto lo desarrolla Lenin estudiando las diversas formas de organización que se han ido dando a lo largo de la historia del movimiento obrero. Intenta evitar el asamblearismo por un lado, y por otro el autoritarismo de las élites de los partidos de la II Internacional. El primero responsable de la falta de operatividad y del reparto de responsabilidades y tareas. El segundo causa de la falta de control por parte de las bases sindicales y políticas de los dirigentes vendidos al reformismo y al socialchouvinismo. Lenin, fiel al principio de la dialéctica materialista, realizará la síntesis dialéctica entre ambos sistemas.

De este modo, creará un sistema de organización original. En ella, lo importante es la asamblea de los militantes. Esta nombrará entre sus miembros a un comité cuyos miembros serán responsables de distintas funciones, y como colectivo de la dirección política de la misma, pudiendo ser destituido en cualquier momento si la mayoría así lo acuerda. Paralelo a esto, los representantes de las distintas asambleas que configuren el partido nombrarán los distintos órganos superiores de coordinación y gobierno del partido. El órgano máximo sería el congreso nacional, formado por representantes de las distintas asambleas, que nombraría a un comité central que tendría el gobierno del partido durante un tiempo estipulado. Este poder no es gratuito, pues al cabo de ese tiempo tendrán que responder de su actuación, además, de no poder saltarse los estatutos y los acuerdos que se acordasen en el congreso.

Por tanto a esta estructura se le unía una filosofía de trabajo, por la que nadie puede saltarse los acuerdos establecidos por la mayoría congresual. Acuerdos que eran adoptados dentro del máximo margen de democracia y libertad de expresión, pero que una vez eran establecidos nadie, sea  quien sea, podría saltárselo, teniendo la obligación de defenderlos públicamente, o al menos de no atacarlos, peso a que a nivel individual no los pudiera compartir.

La línea iba de abajo arriba, al ser elegidos los cargos de dirección y los acuerdos por la mayoría de las asambleas y/o por la mayoría de sus representantes. Y al tener que explicar sus actuaciones los dirigentes ante sus bases y/u órganos de representación. Igualmente, también iba de arriba hacia abajo, al tener que cumplir todos los militantes sin excepción las decisiones de la mayoría, y los órganos inferiores las órdenes de los órganos superiores, siempre que no contradijesen los acuerdos mayoritarios, los estatutos y la legalidad del partido.


9. Cuestión nacional y colonial

En las décadas finales del siglo XIX, los principales dirigentes del Partido Bolchevique, y por tanto Lenin, se vieron envueltos en un interesante debate con otras personalidades del movimiento socialdemócrata internacional sobre la cuestión nacional e imperialista. Los ideólogos del oportunismo de derechas al tratar esta temática la centraban única y exclusivamente a las naciones sin estado de Europa, obviando las crueles realidades coloniales. En este sentido, lo máximo que se reconocía a las naciones oprimidas de Europa era el derecho a la autonomía, y en algunos casos, como mucho, la autonomía cultural. Bajo esta idea, lo único que se daba era el derecho a que la nación tuviese sus instituciones culturales, dejando el poder político en manos de la nación dominante. Así, además, podían llegar a justificarse anexiones, como la de Bosnia-Herzegovina por parte del imperio austro-húngaro en 1908, total si se respetaba un mínimo de derecho de autonomía o el de autonomía cultural, bien poco importaba a qué imperio o estado se encuadrase esa nación.

Al mismo tiempo, otros autores pensarán que el nacionalismo era algo claramente burgués, una forma de alienación por parte de las oligarquías, ya fuera en las naciones oprimidas o en las naciones opresoras, para lograr sus objetivos y desviar a las capas trabajadoras de sus intereses y objetivos. Sin embargo, con el leninismo, se cambiará esta percepción:

1º La opresión nacional no sólo afecta a la burguesía, sino también a los obreros. De hecho le es más perjudicial a estos que a la clase burguesa, porque las restricciones al empleo de su lengua materna y a sus esquemas antropológicos pueden retardar su toma de conciencia y su organización en la defensa de sus derechos laborales, sociales y políticos.

2º En consecuencia, el movimiento obrero de una nacionalidad oprimida debería de apoyar aquellos aspectos que las burguesías nacionalistas propongan que sean democráticos, y que les beneficie como clase trabajadora. Ahora bien, debe rechazar aquellos otros que vayan en contra de ellos y les indispongan contra los obreros de otras nacionalidades, evitando el chovinismo y la xenofobia.

3º Los obreros de las nacionalidades dominantes deben de apoyar estas reivindicaciones nacionalistas, porque de lo contrario estarían apoyando a su burguesía e indisponiéndose contra la clase obrera de las naciones oprimidas. Así se rompería el principio del internacionalismo proletario, y se estaría sirviendo a los intereses del capitalismo más que a los de la clase obrera.

4º El movimiento obrero debe de defender el derecho a la autodeterminación, porque es lo justo y servirá para mantener la unidad de los obreros por encima de las nacionalidades. Aquellas naciones que democráticamente elijan permanecer en un estado plurinacional deben ser tratadas en igualdad de condiciones, con todos sus derechos nacionales reconocidos (empleo de lengua, religión, folclore, autogobierno, etc.)

5º Las naciones son un producto histórico del ascenso del capitalismo. Ahora bien, no surgen de la nada, sino de procesos históricos de largo plazo. La defensa de una nacionalidad no necesariamente es algo burgués, porque según las circunstancias puede obedecer a los intereses de los obreros y el conjunto del Pueblo Trabajador.

6º La cuestión nacional en Europa quedaba ligada a la cuestión colonial, entendiéndose que era obligación de los movimientos proletarios de los países del centro capitalista el apoyar a los movimientos de liberación de las colonias. Es más, la necesidad de derrocar al capitalismo implicaba la alianza entre ambos tipos de movimientos, siempre y cuando los movimientos de emancipación de las colonias conllevasen el debilitamiento del sistema capitalista e imperialista.

7º Esta colaboración entre ambos movimientos es un requisito imprescindible para la creación de una economía socialista mundial. De aquí se derivan dos tendencias en la cuestión nacional: la tendencia a crear estados independientes y libres de la opresión nacional y colonial, y por otro lado la tendencia al acercamiento económico entre las naciones, causado por la aparición de un mercado y una economía mundial. Para el capitalismo imperialista resolver esta contradicción es algo imposible, pues apuesta por la guerra, la conquista y la sujeción nacional. Sin embargo, para el leninismo es más que posible, pues apuesta por la unión voluntaria y el libre consentimiento entre las naciones. En el fondo, se está apostando a largo plazo por uniones políticas supranacionales, que lleguen a abarcar al conjunto planetario. Pero para lograr esto, es necesario educar al proletariado de las naciones dominantes en el derecho de autodeterminación de las naciones oprimidas.


10. La cuestión campesina.

Los partidos socialistas occidentales en líneas generales miraban con bastante desdén a la realidad campesina de la época. No tanto a la realidad jornalera, que allí donde se daba se entendía como la rama campesina de la clase obrera en el campo, como a la de elementos semiproletarios y pequeños y medianos campesinos. Este desdén y falta de trabajo teórico con respecto a estas capas se debía a una confluencia de factores. La primera la tenemos en el enorme influjo que sobre este sector de la población había ejercido la burguesía liberal a lo largo del todo el siglo XIX. De alguna u otra manera se la consideraba una reserva y un aliado de las clases dominantes capitalistas. Pese a que sus condiciones de vida no eran precisamente fáciles debido a la explotación indirecta que sobre las mismas estaban realizando los monopolios. Con esta actitud la izquierda europea desde luego estaba entregando a esta capa social, que en muchos países europeos, en especial de la Europa oriental, era muy mayoritaria, en brazos de la reacción y de las burguesías financieras y terratenientes. En el fondo, este desdén del que hablamos lo que escondía era la falta de interés por parte de los dirigentes reformistas de la II Internacional en conseguir el poder para realizar el tránsito al socialismo, al no intentar atraer a estos elementos campesinos hacia la alianza con la clase obrera.

Lenin y los bolcheviques rápidamente se darán cuenta de esto, y comprenden la necesidad de ganar a estos sectores a la unidad de acción con el proletariado. Para ello, harán suyas sus reivindicaciones de reforma agraria y reparto de tierras, y protección de sus propiedades a través de mecanismos públicos (banca pública, vías de comercialización que asegurasen sus ganancias,  asesoramiento técnico, etc.) que frenen a las ansias de acaparamiento de tierras de los grandes terratenientes. Es más, tras vencer en la guerra civil,  que se desató tras el triunfo de la revolución, en los comienzos de la NEP, uno de los planteamientos del gobierno bolchevique, bajo la dirección de Lenin, será el respeto a las propiedades agrarias de estos pequeños y medianos propietarios campesinos y, aunque se intentaría irles convenciendo para que las integrasen en las explotaciones colectivas y públicas de la nueva sociedad, jamás les serían arrebatadas por la fuerza y de manera hostil. Ellos mismos, por las buenas, al comprobar que tenían más que ganar que perder, lo harían.

Esta sería la base de la alianza obrero-campesina, paso que resultó necesario e ineludible para el triunfo de la revolución de octubre de 1917 y la victoria en la posterior guerra civil.


11. Ante el hecho religioso.

Como acabamos de ver en el apartado anterior, Lenin ante todo busca la unidad de la clase obrera, y entorno a ella del conjunto de capas oprimidas por el capitalismo que, no por ello son asalariados (semiproletarios, artesanos, pequeños y medianos propietarios, etc.) A partir de esta premisa es cómo Lenin trata el hecho religioso. Lenin, como buen marxista, considera a la religión como algo nocivo para la conciencia humana. Desde este punto de vista, es un pensador consecuentemente materialista. Ahora bien, es consciente de la enorme carga emocional que las ideas religiosas tienen para el creyente, y sabe que al ofender los sentimientos religiosos muchos trabajadores y masas campesinas se alejarán de las ideas revolucionarias y del partido obrero. A ello se une, que para él, como para todos los seguidores de las ideas de Marx, la religión no es el mal principal, sino un reflejo de la explotación, la alienación y la miseria que genera el capitalismo. Por tanto, al acabar con la miseria, la explotación, la alienación y el sinsentido de la vida que genera el capitalismo y la sociedad de clases  también se acabarán los condicionantes sociales que dan lugar a la existencia de la religión. Somos conscientes que muchas personas, incluyendo a muchas personalidades de izquierdas, pueden poner objeciones a estos planteamientos de Lenin bien fundamentadas. Sin embargo, no es ese el tema a tratar aquí, tema que excede con creces los objetivos de este documento. Nuestro objetivo es plasmar los aportes filosóficos y políticos del gran revolucionario ruso, y señalar sus aplicaciones prácticas. Aplicaciones que en nuestra opinión pueden ser muy útiles a la izquierda actual. Pues bien, partiendo de esos dos planteamientos del pensamiento leniniano se plantean las diversas líneas de actuación en este sentido:

  1. La religión debe de ser un asunto privado. Este tiene dos consecuencias prácticas. La primera que todo ser humano tiene el derecho de profesor la confesión religiosa que le plazca, así como el de no confesar ninguna. Además este derecho debe de estar garantizado por los poderes públicos.
  2.  Separación iglesia/estado. Si la religión es un asunto privado, se hace evidente por tanto que el estado no puede beneficiar a ninguna confesión religiosa privilegiándola frente a otras. Esto además indispondría a creyentes de otras religiones o a personas agnósticas o ateas frente a las instituciones públicas.
  3. Se debe polemizar con las cosmovisiones religiosas, pero siempre dentro de unos límites que no ofendan a los creyentes, de lo contrario pueden girar a la reacción. Lo importante es la unión de los obreros y del pueblo trabajador, su unión en la lucha por mejores condiciones de vida y por el socialismo, sin importar sus creencias o increencias. Además, el partido obrero debe de estar abiertos a personas de cualquier religión, toda ayuda para luchas por los derechos económicos y sociales y por las libertades siempre es poca, incluso en determinados países y momentos a religiosos, lo importante es que asuman el programa del partido y no perjudiquen con sus acciones a la organización. Otra cosa distinta es permitir que teóricos impregnen de conceptos religiosos o místicos la ideología del partido, esto sí es verdad que en opinión de Lenin es algo que no se puede permitir. 
  4.  El partido en su labor política y de organización de las masas, debe de desenmascarar las acciones de las organizaciones religiosas que sirvan para apoyar y legitimar a las clases dominantes.
  5.  Igualmente, debe de tener cuidado de apoyar acciones anticlericales y/o antirreligiosas de gobiernos o partidos burgueses, que intentan  desviar al proletariado de la lucha por sus derechos hacia posicionamientos anticlericales ideológicos burgueses que los desvían de esos fines.
  6.  Cuando se establezca el poder soviético, a y más concretamente a partir de 1922, vemos como las instituciones públicas intentan difundir una cultura filosófica de corte científica que intenta responder preguntas y cuestiones que hasta el momento sólo intentaba responder las distintas religiones que existían en territorio soviético, también veremos la separación iglesia/estado. Sin embargo, no se producirá ninguna persecución religiosa y se permitirá que los creyentes sigan con sus prácticas. 
Con estos principios, los bolcheviques consiguieron que muchas personas con fuertes convicciones religiosas, apoyasen la causa de la revolución y del socialismo, consiguiendo una amplia mayoría social con la que imponerse a la reacción.

12. Estrategia y táctica.

Otro aporte de Lenin y de sus seguidores será sus estudios y análisis sobre táctica y estrategia. Normal, teniendo en cuenta el contexto revolucionario que les tocó vivir. Durante el periodo de la II Internacional, el movimiento socialista, empecinado en la labor reformista, apenas tocó estos aspectos. Por el contrario, Lenin y los bolcheviques dejarán una amplia labor teórica con respecto al mismo.

Su principal aporte en esta materia estará en la distinción, tomada del mundo militar, entre estrategia y táctica. Por estrategia se entendería en determinar la dirección del golpe principal del proletariado, tomando por base la etapa en la que se encuentra en ese momento la revolución, en elaborar el correspondiente plan de disposición de las fuerzas revolucionarias (de las reservas principales y secundarias), en luchar por llevar a cabo este plan a todo lo largo de la etapa dada.

Por táctica consistiría en determinar la línea de conducta del proletariado durante un periodo relativamente corto de flujo o reflujo del movimiento, de ascenso o descenso de la revolución. Serían los objetivos y los movimientos a corto plazo, subordinados de algún modo u otro a los objetivos estratégicos, planificados a más largo plazo.

En la dirección estratégica hay que conocer el tipo de reservas con las que se cuenta:

A) Directas: Campesinado y capas intermedias del país; proletariado de los países vecinos; el movimiento revolucionario de las colonias y de los países dependientes.

B) Indirectas: Contradicciones y conflictos entre las clases no proletarias del propio país; contradicciones, conflictos y guerras entre los estados capitalistas hostiles al estado obrero.

La misión de la dirección estratégica consiste en saber utilizar acertadamente todas estas reservas, para conseguir el objetivo fundamental de la revolución en cada etapa de su desarrollo, para lograrlo se deben de seguir las siguientes pautas:

-    Concentrar contra el punto más vulnerable del adversario las principales fuerzas de la revolución en el momento decisivo, cuando la revolución ha madurado ya, cuando la ofensiva marcha a todo vapor, cuando la insurrección llama a la puerta y cuando el acercar las reservas a la vanguardia es una condición decisiva de éxito. Todo ello con decisión y sin vacilaciones.
-    Descargar el golpe decisivo cuando la crisis ha llegado ya a su punto culminante, cuando la vanguardia está dispuesta a luchar hasta el fin, cuando la reserva está dispuesta a apoyar a la vanguardia y el desconcierto en las filas del enemigo ha alcanzado ya su grado máximo.
-    Seguir fielmente el rumbo tomado, por encima de todas y cada una de las dificultades y complicaciones que se interpongan en el camino hacia el fin perseguido. Esto es necesario para que la vanguardia no pierda de vista el objetivo fundamental de la lucha y para que las masas, que marchan hacia ese objetivo y se esfuerzan por agruparse en torno a la vanguardia, no se desvíen del camino.
-    Saber maniobrar con las reservas en vistas a un repliegue ordenado cuando el enemigo es fuerte, cuando la retirada es inevitable, cuando se sabe de antemano que no conviene aceptar el combate que pretende imponernos el enemigo.


La misión de la dirección táctica consiste en dominar todas las formas de lucha y de organización del proletariado y en asegurar su empleo acertado para lograr, teniendo en cuenta la correlación de fuerzas existentes, el máximo resultado necesario para la preparación del éxito estratégico. Para ello se deben de cumplir las siguientes condiciones:

-    Poner en primer plano precisamente las formas de lucha y de organización que mejor correspondan a las condiciones de flujo y de reflujo del movimiento en el momento dado y que faciliten y permitan conducir a las masas a posiciones revolucionarias, incorporar a millones de personas al frente de la revolución y distribuirlos en dichos frentes. Lo que importa no es que la vanguardia se percate de la imposibilidad de mantener el antiguo orden de cosas y de la inevitabilidad de su derrocamiento. Lo que importa es que las masas, millones de personas, comprendan esa inevitabilidad y se muestren dispuestas a apoyar a la vanguardia.
-    Encontrar en cada momento dado, en la cadena de procesos, el eslabón particular que permita, aferrándose a él, sujetar toda la cadena y preparar las condiciones para obtener el éxito estratégico. Se trata de destacar, entre las tareas que se le plantean al partido, precisamente la tarea inmediata cuya solución constituye el punto central y cuyo cumplimiento garantiza la feliz solución de las demás tareas inmediatas.

Para acertar en estos pasos, es necesario conocer muy bien las circunstancias que se dan en el momento. Lo que Lenin llamaba como coyuntura. Para ello se necesita un análisis muy acertado de las distintas realidades concretas.

Desde este punto de vista, ¿apoya el leninismo pactos con la burguesía o reformas? La respuesta es que sí, siempre y cuando sirvan para la consecución de los objetivos revolucionarios, y no su venta. Pactos que pueden servir para dividir al campo burgués, o para hacer avanzar las posiciones de organización y conciencia de los trabajadores.


13. La dictadura del proletariado

El concepto de dictadura del proletariado es otro término, junto al de centralismo democrático, también que ha generado muchas suspicacias y malentendidos a lo largo del siglo XX. Para entenderlo, debemos de tener siempre en cuenta cuál era la concepción que del estado tenía Lenin, que no es nada más que la propia del marxismo. Para la corriente ideológica que nos ocupa, el Estado es un arma de dominación de las clases dominantes. Así, por muy democrático que intente presentarse un Estado burgués, en el fondo siempre será un arma de opresión por parte de la clase burguesa frente al pueblo trabajador, pese a la imagen que pretenda de neutralidad y defensor del “bien común” y del “interés general”. En realidad las pretendidas democracias burguesas no serían nada más que “dictaduras de la burguesía” sobre el conjunto social.

A esta idea, Lenin opone la idea de “dictadura del proletariado”. Sería un régimen, que iniciaría el tránsito del capitalismo al comunismo, lo que Marx y Engels denominaron como socialismo. En él, se destruiría el Estado burgués, que sólo ha servido a los intereses de la burguesía, y que evidentemente se revolvería contra la triunfante revolución proletaria. Y sería sustituido por un semiestado proletario.

Aquí cabe preguntarse cómo, si la teoría marxista entiende al Estado como un instrumento de opresión, Lenin piensa que deben de mantenerse unas mínimas estructuras estatales. La respuesta es simple, porque ese estado semiproletario ya no sirve a la burguesía, si no al pueblo trabajador, impidiendo a la burguesía defender sus intereses, ejerciendo la represión necesaria hacia ella. Ahora bien, ese semiestado proletario, pese al nombre, sería el régimen político más democrático que hasta ese momento habría existido en la historia, donde millones de personas ejercerían en control de la administración estatal, social y económica como hasta ese momento nunca se hubiese hecho, y donde los funcionarios serían los estrictamente necesarios, siempre bajo el control democrático de las clases populares.

¿Por qué razón es necesario reprimir a la burguesía durante la etapa del socialismo, previa al comunismo? Pues por la sencilla razón de que van a intentar recuperar el poder político, económico y social, para ello cuentan con las siguientes armas:

-    En la fuerza del capital internacional y la solidez de los vínculos internacionales de la burguesía.
-    Durante mucho tiempo después de la revolución, los explotadores siguen conservando muchas y enormes ventajas efectivas: dinero, bienes muebles, hábitos y organización, conocimientos de los secretos de la administración del estado, una instrucción más elevada e intimidad con el alto personal técnico (que vive y piensa en burgués), y les queda una experiencia muy superior en el conocimiento del arte militar, etc.
-    También les queda la fuerza de la costumbre, especialmente en la pequeña producción.

Como podemos comprobar, la fase de la dictadura del proletariado, no puede ser efímera, pues implica enormes transformaciones sociales que pueden necesitar décadas y décadas. Máxime cuando no es posible lograr a golpe de decreto que las grandes masas sociales puedan adoptar los hábitos y costumbres necesarias que permitan el óptimo funcionamiento de la nueva sociedad.

Sin embargo, es una forma estatal en extinción, pues a medida que avance la gestión y la administración de la economía y la sociedad por el conjunto de la población, y a medida que se supere la división entre trabajo intelectual y manual, -principal causa de la división social-, debido al fuerte incremento productivo, irán desapareciendo las clases sociales, y por tanto no habrá ningún colectivo al que reprimir, no haciendo ninguna falta las formas estatales.

¿Cuál será la forma política de la dictadura del proletariado? Para Lenin y los bolcheviques esta claro, los soviets, que a su vez se estructuran en un Soviet Supremo con los representantes de cada uno de ellos, una asamblea que acapararía el poder ejecutivo y legislativo, de la que se nombraría el gobierno, debiendo de responder ante la misma. Esta estructura política, está en contacto permanente con sus representados, debiendo de llevar sus iniciativas a debates y a legislar, y donde los representantes pueden ser cesados en cualquier momento.


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